1. Los inicios ,"la marcha fúnebre"


Hoy iniciamos en la Plazuela una nueva sección que pretende divulgar, en la medida de lo posible, la historia de la música procesional.Vulgarmente se le llama música de palio, porque habitualmente, en los últimos años la vemos acompañando a los Pasos de Virgen, pero en otra época todos los Pasos eran acompañados con bandas de música que interpretaban estas piezas. Se dejó de procesionar con esta música cuando las Cofradías comienzan a tener bandas de cornetas y tambores de Hermandad, hacia la década de los 60, dejándo por tanto, de procesionar las bandas de música con los Pasos de Cristo y de Misterio.




Así mismo, podréis escuchar en el reproductor las piezas más importantes de esta época.

Bien, la marcha procesional es la música que ha sido concebida y puesta al servicio de las cofradías y hermandades , para acompañar musicalmente los desfiles procesionales, es un género musical que debe contar con unos requisitos de “estructura” y “estilo o carácter”; la “estructura” hace referencia a la “forma musical” conocida como “marcha”, la cual consta de Tema, Desarrollo, Trío y Reexposición del Tema, pudiendo en ocasiones contar con una Introducción y una Coda. El “estilo o carácter” queda fijado por el Compás, el Ritmo, el Tempo y la adaptación y adecuación al acto para el que ha sido concebida la obra, la procesión.


1.- Los inicios. La marcha fúnebreLa marcha procesional enraíza sus orígenes en el siglo XIX, más concretamente en la segunda mitad del siglo bajo el concepto de marcha fúnebre. Ésta fue una forma musical a la que se recurrió en muchas ocasiones durante la centuria decimonónica. La corriente musical que la albergó, el romanticismo, destiló diversos títulos de grandes compositores clásicos que a la postre, y ante la escasez de repertorio al que se enfrentaban las primeras formaciones, fueron adaptados a plantilla para banda, siendo así tocadas en las procesiones de Semana Santa y algunos, dependiendo del lugar, siguen vigentes en la actualidad. Estos son los casos del segundo movimiento de la sinfonía número 3 de Beethoven; de la marcha fúnebre que Frederic Chopin escribió para el segundo movimiento de su sonata para piano número 2; la marcha fúnebre de Sigfrido de la ópera “El Ocaso de los Dioses” de Richard Wagner; la marcha fúnebre “Juana de Arco” de Gounod; las marchas fúnebres de Schubert o todas cuantas se hacían para las exequias fúnebres de personajes ilustres. Estas marchas fúnebres se han convertido ex profeso en marchas procesionales para Semana Santa. Pero no tardarían en llegar aquellas creadas específicamente para el motivo pasionista de nuestras cofradías y hermandades. El cuándo y dónde exactamente no puede definirse, por considerarse que aún quedan muchas cosas por saber y archivos por desempolvar; pero sí es procedente citar algunas marchas, compositores y lugares que al situarse en la segunda mitad del siglo XIX pertenecen a ese conjunto de marchas decimonónicas que son consideradas como el germen o la célula inicial a partir de la cual vendrían las restantes generaciones.Las primeras referencias que nos llegan proceden de Madrid, donde José Gabaldá Bel, director de la Banda de la Guardia Real, firmó una serie de marchas fúnebres –“El Llanto”, “Soledad”, etc.-, incluso la adaptación a banda de la marcha fúnebre argumental de la ópera italiana “Ione”, obra que con posterioridad pasaría a formar parte de los repertorios de numerosas bandas de música, especialmente en Andalucía. Estas partituras datan de los años sesenta del XIX.No tardaría mucho en entrar en escena Andalucía.

De este modo, lo más antiguo que encontramos es una marcha fúnebre compuesta por el cordobés Rafael Cebreros “escrita expresamente para la Semana Santa de Sevilla”, publicada en 1874. Dos años después y en Cádiz, Eduardo López Juarranz, escribió “Pobre Carmen”, cuyas notas son comunes en innumerables bandas de la geografía española.La otra ciudad andaluza que forma la tríada originaria del género es Córdoba. Eduardo Lucena, uno de los últimos músicos más importantes dentro del movimiento del romanticismo en Andalucía, firma la partitura de “Un Recuerdo” en 1883, cuando dirigía la Banda Municipal de Córdoba y ésta tocaba en la procesión oficial del Santo Entierro que organizaba el ayuntamiento cordobés. De hecho, en la portada original de la partitura se lee lo siguiente: Al Excmo. Ayuntamiento. Marcha fúnebre "Un Recuerdo". Escrita expresamente para la procesión oficial del Viernes Santo del año 1883.






La última década de los noventa es quizás la más generosa en cuanto a la composición de nuevas marchas. Se registran títulos como los de “El Señor de Pasión” (Ramón González, 1897, Sevilla) “El Destierro” (Juan Victoria, 1891, Cartagena), “Pange Lingua” y “Sacris Solemnis” (Camilo Pérez Montllor, 1898, San Fernando), “Marcha Fúnebre” (Rafael Cebreros, 1891, Sevilla), “Sepulcro” (Víctor García, 1897, Úbeda) “La Coronación de Espinas” (Lerdo de Tejada, 1895, Sevilla) etcétera. Ninguna de ellas ha destacado tanto como dos marchas de la misma época: “Marcha Fúnebre –Quinta Angustia-“ (José Font Marimont, 1895, Sevilla) y “Virgen del Valle” (Vicente Gómez Zarzuela, 1898, Sevilla). Son consideradas como los dos mejores exponentes de la generación primigenia de marchas procesionales. Ni que decir tiene que actualmente son indispensables en las carpetas de reparto de nuestras formaciones musicales, especialmente “Virgen del Valle”. Quien, en realidad, marca la pauta de este género de marcha es Virgen del Valle que además es el embrión de las que, pasados los años, conformarán el reducido grupo de las clásicas junto con Amarguras, Ione, Mektub, Soleá dame la Mano, Jesús de las Penas y Estrella Sublime.




La semana que viene continuaremos con la segunda parte titulada: "El primer tercio del siglo XX: los Font y López Farfán".

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