3. La música procesional en la Guerra y Postguerra


Como a todos los sectores de la sociedad la Guerra Civil española dejó una dolorosa y profunda huella. Algunos compositores, como Manuel Font y de Anta perdieron su vida y muchas bandas apenas podían actuar por falta de músicos. ASí mismo la prohibición en zona republicana de procesiones provocó la carencia de cualquier tipo de composición. Podemos destacar en estos años a Manuel Borrego y a Farfán que escribieron sus últimas composiciones.

Llegada la postguerra las cofradías recuperaban gradualmente su actividad y con ellas las artes de las que se sirven para enriquecer sus exornos, donde no podía faltar la música. De esta época debemos destacar a Antonio Pantión -que con “Jesús de las Penas”, de 1943, firmó una página de oro-, Francisco Melguizo, Enrique Báez, Rafael Márquez Galindo, Beigbeder, Cebrián, Pedro Gámez Laserna, Pedro Braña o el archiconocido Jaime Texidor.


- Emilio Cebrián (1900-1943) y su figura universal.


Si hay algún nombre en la música para banda en nuestro país que sea fuente de culto y que además ha logrado que parte de sus obras adquieran el carácter inmortal por haber sido siempre tocadas, ese es el del toledano Emilio Cebrián Ruiz. Sus pasodobles, marchas de concierto, suites para banda y obras de diversos tipos entraron desde su nacimiento en el excepcional listado de la memoria musical del colectivo popular y de los críticos. “Churumbelerías”, “Ragón Falez”, “Evocación”, “Una noche en Granada” son una muestra de ello. Pero no se quedaría atrás en la marcha procesional. Las marchas procesionales de Emilio Cebrián destacan por una cuidadísima construcción, una vocación especialmente melódica y unos giros llamativos.

Sus marchas tomaron forma durante la dirección de la Banda Municipal de Jaén, cuya historia no podría entenderse sin él. De entre ellas figura indudablemente “Ntro. Padre Jesús” (1935), dedicada al Nazareno de Jaén –El Abuelo-, imagen de gran devoción. Esta pieza reúne todas las características idóneas para ser un verdadero arquetipo y modelo. De hecho, con el decurso del tiempo se ha convertido en el espejo donde muchos compositores se han mirado. Introducción, primer tema, fuerte de bajos contundente y trío final, un esquema infinitamente imitado en la historia, como decíamos definido en 1925 por Farfán con “La Estrella Sublime”, pero continuado por Cebrián diez años más tarde y sin la participación de las cornetas, por lo que abría así una línea diferente.

“Ntro. Padre Jesús” es con diferencia la marcha más universal en España. Sus partituras están en los repertorios de bandas de los más diversos rincones y condiciones. Centenares de veces grabada, sonando tras los pasos de la Semana Santa deLa Mancha, Murcia, Castilla y Andalucía, en cualquier lugar donde una banda de música interprete marchas de procesión. No sería ésta la única, después llegarían “Cristo de la Sangre” (1941), “Jesús Preso” (1943) y “Macarena” (1943): preciosas marchas de gran carácter melódico y equilibrio sonoro.


- Pedro Gámez Laserna (1907-1987):


Pedro Gámez Laserna pasó su vida entre Córdoba y Sevilla, dirigiendo las Bandas Militares del Regimiento de Infantería de Lepanto y del Soria 9 respectivamente. El sello con el que viste a sus marchas las han hecho con el devenir del tiempo en verdaderos tesoros de la música de Pasión. Es primordial la aportación del egregio Gámez, en tanto en cuanto supuso la mejor potenciación de las raíces militares sobre la marcha procesional. Sus instrumentaciones son muy completas y conseguidas, sin desdeñar, todo lo contrario, alabar, las melodías tan originales que dejó en el papel y que con sus giros hacía lucir las tesituras de los instrumentos y sus posibilidades tímbricas.

Una de las muchas virtudes que podemos enumerar de las marchas de Gámez es el acoplamiento perfecto de la saetilla en el conjunto formal de la marcha gracias a que se presentan urdidas primorosamente con rica armonía y contrapuntos. Tal y como hicieran antes Farfán o el eximio Pascual Marquina con “Procesión de Semana Santa en Sevilla”, Pedro Gámez rubricó su absoluto dominio de este recurso en “Saeta Cordobesa” (1949) y “El Cachorro –Saeta Sevillana-” (1967), siendo ambas una de las mejores marchas que se hayan hecho. Otras, que no le van a la zaga por su belleza, son “Pasa la Virgen Macarena” (1959), “María Stma. del Subterráneo” (1961) o “Sevilla Cofradiera” (1972)

-Pedro Braña (1905-1995):



El asturiano Pedro Braña Martínez es sin duda uno de los compositores más importantes de la postguerra. Su accidentada llegada a la dirección musical de la Banda Municipal de Sevilla fue providencial para el patrimonio musical de la Semana Santa hispalense, que tras la guerra venía atravesando, aunque no tanto como otras, una etapa algo depresiva. Su profundo sentimiento religioso y la forma de entender la marcha procesional fueron los ingredientes necesarios para producir un repertorio de composiciones para las Imágenes Sagradas de Sevilla de gran delicadeza. Sus obras son románticas, como si tuvieran alma propia, rebosantes de lirismo y elegancia, empezando por “Angustia” (1945), pasando por “Ntra. Sra. del Patrocinio” (1953) o terminando por “Salmo Penitencia” en los noventa. Todas buenas y de indudable categoría, pero ninguna del efecto y la trascendencia de “Coronación de la Macarena” (1964): ese homenaje musical brillante y conmemorativo que Braña tuvo con la Esperanza Macarena para su Coronación Canónica. Lo tiene todo y no necesita más. A pesar de ser una obra corta consigue reflejar en no tantos compases como otras lo sensacionalmente plástico y asombroso que es el palio de la Macarena paseándose por Sevilla.

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