4.- Recuperación de un estilo (1953-1975)

Mientras tanto, y empujado por el nacional-catolicismo, el género de la marcha procesional aumentaba a pasos agigantados. Nuevamente la figura del músico militar toma relevancia, como hemos comprobado en Gámez Laserna que desarrollaría su labor hasta los ochenta. Un período que en contraste con los años anteriores es más positivo y esperanzador y quizás por ello algunos lo denominan como la edad de oro de la marcha procesional.
- Ricardo Dorado (1907-1988): la marcha lenta por excelencia.
Estamos ante una de las figuras más capitales de la música para banda militar. Ricardo Dorado perteneció al Cuerpo Nacional de Directores Militares por lo que dirigió varias bandas militares centrando su actividad especialmente en Madrid. Una referencia ilustre de la música bandística no podía permanecer ajena al género de la marcha, tanto en su vertiente militar y de ordinario, como en el escenario religioso. Si con “Virgen del Valle” asistíamos al exponente clásico de la marcha lenta, con Ricardo Dorado y su nómina de marchas procesionales encontramos el paroxismo de esta vertiente de la marcha procesional.
Sus marchas lentas datan de los años cincuenta y sesenta, encontrándose “Hosanna”, “Getsemaní”, “Oremos”, “Cordero de Dios” y la archiconocida “Mater Mea”. Todas ellas, por no citar el resto de su obra, tienen una estructura similar, que las hace canónicas por derecho propio, con una pequeña introducción y un tema principal ampliamente desarrollado que con posterioridad desembocará en un delicado trío final de bella instrumentación.

- Pedro Morales: alumno de grandes maestros y maestro de grandes alumnos.

Alumno del gran Pedro Gámez y a su vez maestro de una generación actual de buenos compositores, Pedro Morales cumplió con su dirección en la Banda del Soria 9 un episodio que va desde que Gámez dejase la batuta de esta mítica banda a su alumno, hasta que Abel Moreno en los ochenta la tomase. El jiennense Pedro Morales no tardó en andar por los fueros musicales de Farfán, y luego Santiago Ramos y Pedro Gámez, por lo que pronto empezaría a estrenar marchas procesionales de un claro sabor sevillano y en concreto alegre y letífico, enfatizadas por el uso sobresaliente de la corneta. Desde “Esperanza Macarena” (1968), “Virgen de Montserrat” (1970), “Virgen del Refugio” (1981) hasta “Señorita de Triana” (1999) y pasando por sus fabulosas marchas fúnebres “La Soledad” (1991) o “Juan Jesús” (1998), la trayectoria de Morales es impecable y de una calidad elogiable. Sin duda el mejor referente para la posterior etapa de comercialización del género.
Comentarios
Publicar un comentario